Adelaida Jaramillo
2 min readFeb 11, 2021

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UN SUEÑO POR LA JUSTICIA

Hubo una época de mi vida en la que leía muchos libros esotéricos para buscar respuestas a la insensatez de la vida. No sé si reírme o disculparme por las cosas que hacía de joven, pero esta confesión debo hacerla para poder explicar cómo me siento hoy. No recuerdo cómo se llamaba ninguno de esos libros que leí, pero sí recuerdo de manera clara que encontré, en uno de ellos, una fórmula para soñar con el futuro: debes tomar una flor de un árbol de acacia y ponerla debajo de tu almohada antes de dormir.

Convencida de que esto me iba a hacer ver lo que algún día pasaría en mi vida arranqué la flor y la puse debajo de una almohada blanca. Yo duermo boca abajo, con los brazos debajo de la almohada, así que la flor iba a durar poco tiempo en su lugar, sin embargo, qué tentador es predecir el futuro.

Me desperté sin recordar nada, o casi nada, de mis sueños. Sin embargo, recuerdo haber estado muy perturbada porque ninguno tenía la extensión de una historia, sino que era como haber visto un carrete de imágenes, o flashes, que no pude retener.

Bueno, hasta hoy retengo una.

Estaba en el interior de algo que parecía una corte de justicia, la sala era oscura y por eso lo que resaltaban eran los hombres vestidos de blanco. Diría yo que eran marinos por sus sombreros. Yo estaba sentada en el estrado y me pedían señalar al culpable y apuntaba con mi dedo a un hombre joven que estaba sentado frente a mí. Ese hombre a quien yo acusaba era mi hijo.

Recuerdo que el despertar fue triste. Que pensé que iba a ser madre de un delincuente y aún adulta pensaba que esto era algo que podía suceder. Sin embargo, también siento que este sueño que me ha acompañado tanto tiempo influyó en quien soy: yo, sin importar la cercanía del culpable, no tendría pena en entregar a alguien que haya cometido un delito.

Este sueño es una de mis únicas certezas.

Hoy, que escribí en twitter que entregaría a un hijo a la policía, porque no podría tener en mi conciencia la responsabilidad de encubrir a un asesino recuerdo este sueño como si lo hubiera vivido.

Yo ya no voy a ser madre, pero si lo fuera, estoy segura de que les enseñaría a mis hijos a cuestionarme. Les enseñaría que ese dedo que yo apunté en mi sueño podría ser el de ellos hacia mí sí se diera el caso. Por eso no concibo el silencio de las familias de los asesinos de Lisbeth, Adriana, Roberto, Santiago y tantos otros casos que leemos a diario.

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Y que todos nos despertemos inquietos hasta que a ellos los encuentre la justicia.

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Adelaida Jaramillo

Esto no es un blog de reseñas de libros. Yo escribo lo que vivo cuando leo.